¿Cuándo derivar a Terapia de Pareja? Evaluar la derivación de un paciente a terapia de pareja implica un doble desafío: determinar si la terapia de pareja es una opción adecuada a su problemática presente, y luego, determinar si es el momento de trasmitir esta sugerencia o indicación y el modo de hacerlo. Por eso, te proponemos explorar algunos criterios que pueden ayudarnos a responder el primer punto, algunos lineamientos que nos podrán servir para pensar en relación al momento de transmitirlo y a cómo justificar nuestra decisión. Hablamos de derivación en tanto no es recomendable que el terapeuta a cargo de la terapia individual asuma al mismo tiempo o en reemplazo el espacio vincular de pareja. Como expresa el axioma: el todo es más que la suma de sus partes, una terapia vincular de pareja es más que la suma de dos espacios individuales y sus respectivas estrategias. Requiere en concreto pensar en el vínculo como objeto de nuestra intervención, y disponer de herramientas propias a este recorte de la realidad, que por su parte demanda tiempo de aprendizaje y entrenamiento. Se nos presenta entonces la pregunta sobre qué observar, y a qué información brindada por el paciente prestarle especial atención al momento de evaluar esta opción terapéutica. Vamos a proponer una guía de preguntas posibles, para hacerle al paciente y para hacernos a nosotros mismos, estas recorren los constructos principales del Método Gottman al momento de conceptualizar una relación de pareja. Siguiendo las mismas, podremos tener una idea relativa del estado de fortaleza o debilidad del vínculo, identificando las áreas que presentan mayor compromiso y aquellas que se encuentran más conservadas. Como podremos observar más adelante el manejo del conflicto es solo una de las áreas a tener en cuenta, muchas veces se llega al espacio de terapia de pareja luego de tener reiteradas discusiones y mostrar una marcada dificultad para lograr acuerdos, sin embargo, hay otras áreas de la relación que merecen ser observadas con mayor detalle y que son tan centrales o incluso más que la capacidad de la pareja para gestionar sus diferencias. Tenemos a nuestra disposición el discurso del paciente, aquello que nos comparte en cada sesión y lo que observamos e inferimos. A partir de esto, podemos preguntarnos por ciertas dimensiones de la relación de pareja y establecer una comparación entre lo que sería un nivel saludable desde lo conceptual y aquello que nos refieren u observamos, también evaluaremos el grado de bienestar o malestar subjetivo referido respecto del vínculo de pareja. Guía de preguntas:   1. Conocimiento mutuo: ¿En qué medida se da a conocer y en qué medida siente que conoce el paciente, en el presente, a su pareja? Intereses, deseos, sueños, expectativas, actividades, amistades, temores; ¿son áreas que conocen y dejan explorar por su pareja? ¿Se sienten cercanos o comienzan a ser desconocidos en estos aspectos?   En las relaciones que reportan mayor bienestar esta información es actualizada periódicamente, mediante momentos de conexión y conversaciones profundas, hay un espacio en la propia mente reservado para representarnos quién es nuestro compañero/a. 2. Admiración y cariño: ¿en qué medida son capaces de sentir afecto y admiración por su pareja y en qué medida son capaces de expresarlo asertivamente? ¿Cuán admirado y querido se siente nuestro paciente por su compañero/a? ¿Cuánto admira el paciente a su pareja?   El sistema de cariño y admiración es un componente fundamental de las relaciones de pareja, y una vez afectado es uno de los aspectos más complejos de abordar.  Sentirse poco amados y valorados está asociado a un incremento del desprecio en las conversaciones sobre desacuerdos y es un claro predictor de divorcio.   3. Acercarse al otro: ¿considera que puede acercarse y conversar a lo largo del día, siente que cuenta con el interés de su pareja para ir manteniendo pequeños momentos de interacción, está interesado/a en generarlos?   Los intentos de contacto a lo largo del día son apuestas de conexión, al ser respondidas positivamente generan un círculo virtuoso que retroalimenta la pareja, desde la conciencia de que el vínculo es un espacio adecuado para expresar las necesidades emocionales y encontrar una respuesta en sintonía 4. La perspectiva positiva: ¿Cuándo piensa en «nosotros», en la relación, experimenta emociones positivas o más bien tensión y preocupación?   Si cuando el paciente piensa en su relación se encuentra con el dominio de un sentimiento negativo, tenemos un claro indicador de la afectación en la calidad de la amistad de la pareja, las personas que se encuentran en un dominio de sentimiento negativo ven a su pareja como un adversario, no como un amigo.   5. Manejo del conflicto: ¿Puede conversar con su pareja sobre aquellas cuestiones que son conflictivas, pueden conversar sobre aquellos temas en los cuales tienen diferencias fundamentales sin dañarse o faltarse el respeto? ¿Creen que pueden lograr acuerdos en los que ambos se sientan respetados?   Todas las parejas se encuentran a diario con conflictos, algunos pueden resolverse y otros incluso, los acompañan a lo largo de toda la vida. Lo que debemos observar en este caso, no es tanto la presencia de desacuerdos sino la forma en que la pareja conversa sobre los mismos, que tan respetados y escuchados se sienten cuando plantean a su compañero aquello en lo que se diferencian.   6. Hacer que los sueños de la vida se hagan realidad ¿Conoce los sueños y aspiraciones de su pareja, siente que la misma conoce los suyos? ¿En qué medida se sienten apoyados en estas aspiraciones y sueños, cuan escuchados y respetados se sienten al respecto? Evaluamos aquí la capacidad de ayudar al otro/a a realizar sus sueños importantes en la vida y a hacer que la relación sea efectiva para que los sueños y aspiraciones puedan concretarse.   7. Crear un sentido de trascendencia: ¿En qué medida siente que sus valores o ideales son respetados en esta relación? ¿Hay aspectos valiosos de sí mismo/a o valores sobre cómo ser en el mundo que no son tenidos en cuenta por su pareja? ¿En qué medida comparten